El relato íntimo de Felipe
Realizando la inspección de un bloque de viviendas, en un día previo al verano manchego, conocí a Felipe.
Primavera hace ya años que no tenemos, por lo que sea. este jardín ya lo pisaremos.
Conste que no he dicho nada en contra, no sea que se me ofenda alguien antes de tiempo.
Felipe es un hombre de esos que se forjan en tiempo difíciles. Los tiempos difíciles crean hombres duros, los tiempos de este hombre fueron difíciles.
Desde que contaba con 12 años hasta aquel día había trabajado (que no cotizado) más de 50 años como mozo para todo, peón y encofrador en obras de cualquier condición. en sus inicios la seguridad laboral dejaba demasiadas bajas.
¿no ibas atado?
¿con qué me iba a atar?
entonces a usted lo de cualquier tiempo pasado…
¡majaderías!
¿siempre fueron peores?
La inspección del edificio la realizamos para redactar el informe de evaluación del edificio (la itv de los coches según Felipe) y después podemos pedir la ayuda de accesibilidad, de eficiencia energética o la que toque.
En este edificio el presidente y mi Cicerone fue Felipe.
Su vivienda era alargada con los dormitorios entorno a un pequeño patio de luces de un color que no daba una mínima pista sobre el tono de la pintura original. al fondo, el salón abría a la calle y daba vistas a otro bloque de ladrillo visto viejo y desconchado por los fuertes cambios de temperatura entre el tórrido verano y el invierno de invernalia. todos los edificios de las manzanas cercanas son coetáneos, son iguales, son humildes, son pobres, están llenos de mujeres y hombres duros, con vidas duras, muy duras, el barrio olía a resistencia (resiliencia, venga vale).
Siguiendo la costumbre de la mancha, sobre todo en las casas molineras de los pueblos, Felipe tenía un salón-museo (generación perdida, estancias perdidas) y una pequeña sala de estar confortable presidida por la tele (en numerosos pisos es habitual encontrarla siempre prendida, acompañando a los ocupantes. aquí reinaba el silencio)
Su mujer dormía, descansaba, miraba al techo, lloraba… según la hora… en una de las alcobas interiores.
¿qué sistema de calefacción tienen?… ¿tiene las llaves para ver el cuarto de instalaciones?… ¿han contratado a alguna empresa de mantenimiento?… bla bla bla
Felipe, algún vicio hay que tener.
¿qué otra cosa me queda?
No me puedo ver callado. no puedo seguir con las preguntas del bloque… pues no, ahí, hay, ay, voy de nuevo.
¿por qué dice eso?
lo digo porque las horas que no paso atendiendo a mi mujer, las paso fumando en este balcón asesinando minutos.
¿qué le sucede a su mujer?
no me gustan los jardines, solo entro y…
¿mi Ana? es mi preferida. no, no vive fuera. tiene un piso a pocas calles de aquí. se casó con un fontanero del pueblo. no quiere saber nada de mí.
¡No somos conscientes de lo que tenemos! ¡no valoramos nada!
Uffff ¿a qué viene eso? nooooooo. estoy a un salto cuántico de escribir motivación, aunque el relato sea el relato de un imprescindible.
Tampoco sé las razones por las que Ana perdió la relación con su padre (me he inventado el nombre de su hija, pero poca importancia tiene porque Felipe tampoco se llama Felipe).
Al protagonista siempre se le toma cariño, aunque sea Santino en el padrino. Felipe es el prota.
Quizá Felipe merece ser repudiado por algo terrible (lo dudo), quizá Ana se vio bajo el yugo de un hombre tóxico (lo dudo).
Quiero pensar que su separación surgió por una debilidad mal curada de alguno de los dos. suele ser.
Sigo.
Todo este storytelling solo, si, solo la he contado por la palabra más insignificante que has leído. ascensor.
Lo que me digáis lo asumo, no hablo de la cuarta dimensión de Carl Sagan, esto es una historia antinatural de arquitectura.
El ascensor es algo increíble. la mejora me ha levantado la condena.
Comencé saliendo a la calle con mi mujer. nos pateábamos todo el barrio.
Luego íbamos a los bancos cercanos al bloque de mi hija para hacernos los encontradizos.
Con el tiempo y algo de suerte la veíamos pasar.
Ahora cuando nos ve, se para para ver a su madre y me habla.
…
No estamos reconciliando.
No sé las razones que mueven a cada uno para proponer una mejora de accesibilidad. está claro que el punto de dolor es fuerte en estos casos, pero la necesidad de todas las familias no es la misma. el punto de dolor no es el mismo. en cientos de casos he podido ver que el dinero es una objeción mayor que cualquier otra razón (aunque no te falte dinero, aunque te financien).
Lo que sí es seguro es que nadie se arrepiente tras realizar este tipo de obras.
PD: la moraleja de esta historia no estaba en el título
PD2: los royalties, han sido adquiridos